Durante la pausa del teatro hay algo que me llama la atención. Los hombres de nuestra edad tienen más o menos canas y/o presentan signos de calvície, lucen sus barrigotas y rostros marcados con arrugas y piel fláccida. Sus acompañantes femeninas, me atrevo a asegurar que un 50 % de ellas, se han sometido a alguna transformación para aparentar una juventud que irremediablemente dejaron atrás. Sus rostros estirados sin arrugas y sin expresión delatan su rechazo a dejar que la naturaleza siga su curso y lo que consiguen es una apariencia que delata su miedo a envejecer.
¿Porqué gastar miles de euros en intentar conseguir la juventud eterna? ¿Porqué no aceptar que un cuerpo de 50 no pega con un rostro estirado que desea aparentar 15 o 20 años menos? Y es que se nota y aunque no sabemos describir exactamente que hay de 'raro' en un rostro modificado, sabemos que no es natural y por ello deja de tener atractivo.
¿Quién nos ha dicho a nosotras, mujeres, que no podemos envejecer con canas y arrugas? No se trata de dejarse, sino de envejecer con dignidad. Un rostro con algunas arrugas y cuidado es mucho más agradable que una cara estirada sin expresividad.
Vamos a plantearnos si con el ansia de frenar los signos envejecimiento vamos a sentirnos más confiadas o si al contrario, siempre estaremos en constante lucha contra el paso del tiempo.
Tú decides.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sé respetuoso y se respetará tu opinión.